martes, 29.06.1806 – primer bando
Por Guillermo Carr Beresford, Mayor general, Comandante en Jefe de las Fuerzas de Su Majestad Británica, empleadas en la Costa Este de la América del Sur, y Gobernador de Buenos Aires y todas sus dependencias
Hallándose la ciudad de Buenos Aires y sus dependencias sujetas ahora a S.M.B., por la energía de las armas de S.M., el Mayor General, con el objeto de establecer una completa confianza en la liberalidad y rectitud del gobierno de S.M., y tranquilizar los ánimos de todos los habitantes que están al presente en la ciudad, o de aquellos que, de aprensión de las casualidades generales de guerra, hayan salido de ella, juzga que es indispensable proclamar, sin perder un momento de tiempo, que es la más graciable intención de S.M., que la gente de Buenos Aires y cualesquiera otras Provincias en el Río de la Plata, que pueden eventualmente caer bajo su protección, gocen del entero y libre ejercicio de su Religión Católica, y que se prestará todo respeto a sus Santos Ministros.
Que los Tribunales de Justicia continúen en el ejercicio de sus funciones en todos los casos de procedimientos civiles y criminales, refiriéndose al Mayor General en aquellos casos en que se hacía llamar al Virrey en anteriores ocasiones, garantiendo el Mayor General en lo que dependa de él, que todo se hará para traer los procesos en sus más pronta y justa sentencia.
Toda propiedad privada de cualquier naturaleza que sea, recibirá su más amplia protección, y todo lo que pueda pedirse para tropas, ya sea víveres u otros artículos, se pagarán inmediatamente a los precios que prefije el Cabildo.
Por lo mismo el Mayor General invoca al Ilustrísimo Señor Obispo, sus coadjutores y Ordenes Eclesiásticas, Fundaciones, Colegios, Jefes de Corporaciones, Mayor, Alcaldes de Ciudad y barrios, para que hagan entender a los habitantes en general, que serán siempre protegidos en la Religión y propiedad y que serán gobernados por sus propias Leyes Municipales, hasta que se sepa la voluntad de Su Majestad Británica.
El Mayor General juzga necesario hacer saber, en el interés general y el de los comerciantes del país, que es la más graciable intención de S.M. que se abra un comercio libre y permitido en la América del Sud, semejante al que disfrutan todas las otras colonias de S.M., particularmente la Isla de Trinidad, cuyos habitantes han conocido los beneficios peculiares de estar bajo el gobierno de un Soberano bastante poderoso para protegerlos de cualquier insultos, y bastante generoso para darle aquellas ventajas comerciales de que no podrían gozar bajo la administración de ningún otro país.
Con la promesa de tan rígida protección a la religión dominante del país y el ejercicio de sus Leyes Civiles, confía el Mayor General que todo buen ciudadano se unirá con él en sus esfuerzos para mantener la Ciudad quieta y pacífica, pues pueden ahora gozar un comercio libre, y todas la ventajas de la relaciones mercantiles con la Gran Bretaña, donde no hay opresión que, como entiende, ha sido lo único que ha deseado, las ricas Provincias del Río de la Plata, y los habitantes de la América del Sud en general, para hacerlo el país más próspero del Mundo.
El Mayor General tiene ahora más que acudir a los Magistrados, para que estos lo hagan saber a los diferentes labradores y hacendados del país, e inducirles a que traigan a las Plazas y Mercados, víveres y vegetales de toda especie, que se les pagarán inmediatamente, atendiendo sin demora a las quejas que se le den.
Habiendo entendido el Mayor General que algunos de los derechos ahora existentes, son muy gravosos a las empresas comerciales, han determinado aprovecharse de la más pronta oportunidad, para informarse de este particular de los comerciantes más instruidos del país, hasta que se sepa la voluntad de Su Majestad Británica.
Dios guarde al Rey de la Gran Bretaña.
Dado en esta Fortaleza, a 28 de junio de 1806.
Firmado:
Guillermo Carr Beresford - Mayor General y Gobernador.
Redactado la tarde de ayer e impreso durante la noche en la Imprenta de los Niños Expósitos, difundido en las primeras horas de esta mañana
Hallándose la ciudad de Buenos Aires y sus dependencias sujetas ahora a S.M.B., por la energía de las armas de S.M., el Mayor General, con el objeto de establecer una completa confianza en la liberalidad y rectitud del gobierno de S.M., y tranquilizar los ánimos de todos los habitantes que están al presente en la ciudad, o de aquellos que, de aprensión de las casualidades generales de guerra, hayan salido de ella, juzga que es indispensable proclamar, sin perder un momento de tiempo, que es la más graciable intención de S.M., que la gente de Buenos Aires y cualesquiera otras Provincias en el Río de la Plata, que pueden eventualmente caer bajo su protección, gocen del entero y libre ejercicio de su Religión Católica, y que se prestará todo respeto a sus Santos Ministros.
Que los Tribunales de Justicia continúen en el ejercicio de sus funciones en todos los casos de procedimientos civiles y criminales, refiriéndose al Mayor General en aquellos casos en que se hacía llamar al Virrey en anteriores ocasiones, garantiendo el Mayor General en lo que dependa de él, que todo se hará para traer los procesos en sus más pronta y justa sentencia.
Toda propiedad privada de cualquier naturaleza que sea, recibirá su más amplia protección, y todo lo que pueda pedirse para tropas, ya sea víveres u otros artículos, se pagarán inmediatamente a los precios que prefije el Cabildo.
Por lo mismo el Mayor General invoca al Ilustrísimo Señor Obispo, sus coadjutores y Ordenes Eclesiásticas, Fundaciones, Colegios, Jefes de Corporaciones, Mayor, Alcaldes de Ciudad y barrios, para que hagan entender a los habitantes en general, que serán siempre protegidos en la Religión y propiedad y que serán gobernados por sus propias Leyes Municipales, hasta que se sepa la voluntad de Su Majestad Británica.
El Mayor General juzga necesario hacer saber, en el interés general y el de los comerciantes del país, que es la más graciable intención de S.M. que se abra un comercio libre y permitido en la América del Sud, semejante al que disfrutan todas las otras colonias de S.M., particularmente la Isla de Trinidad, cuyos habitantes han conocido los beneficios peculiares de estar bajo el gobierno de un Soberano bastante poderoso para protegerlos de cualquier insultos, y bastante generoso para darle aquellas ventajas comerciales de que no podrían gozar bajo la administración de ningún otro país.
Con la promesa de tan rígida protección a la religión dominante del país y el ejercicio de sus Leyes Civiles, confía el Mayor General que todo buen ciudadano se unirá con él en sus esfuerzos para mantener la Ciudad quieta y pacífica, pues pueden ahora gozar un comercio libre, y todas la ventajas de la relaciones mercantiles con la Gran Bretaña, donde no hay opresión que, como entiende, ha sido lo único que ha deseado, las ricas Provincias del Río de la Plata, y los habitantes de la América del Sud en general, para hacerlo el país más próspero del Mundo.
El Mayor General tiene ahora más que acudir a los Magistrados, para que estos lo hagan saber a los diferentes labradores y hacendados del país, e inducirles a que traigan a las Plazas y Mercados, víveres y vegetales de toda especie, que se les pagarán inmediatamente, atendiendo sin demora a las quejas que se le den.
Habiendo entendido el Mayor General que algunos de los derechos ahora existentes, son muy gravosos a las empresas comerciales, han determinado aprovecharse de la más pronta oportunidad, para informarse de este particular de los comerciantes más instruidos del país, hasta que se sepa la voluntad de Su Majestad Británica.
Dios guarde al Rey de la Gran Bretaña.
Dado en esta Fortaleza, a 28 de junio de 1806.
Firmado:
Guillermo Carr Beresford - Mayor General y Gobernador.
Redactado la tarde de ayer e impreso durante la noche en la Imprenta de los Niños Expósitos, difundido en las primeras horas de esta mañana
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home