martes, 13.07.1806 - planes de reconquista
Uno de los primeros pedidos de Beresford a los cabildantes, fue que se cumpliera con las raciones solicitadas para su ejército. Por motivos estratégicos, Beresford solicitaba raciones por mayor cantidad que la que necesitaban sus hombres. Como escribe Alexander Gillespie: "Para disimular nuestra debilidad se exigían raciones más allá de las necesidades reales, pero nuestras guardias formaban todas las mañanas y marchaban desde la plaza principal, donde a veces se reunía mucha gente, entre la que había oficiales disfrazados que, contando la fuerza de cada una y estableciendo sus diferentes puestos de servicio, fueron, naturalmente, en menos de una semana, perfectos dueños de la relación de nuestros efectivos, junto con los puntos más vulnerables de la ciudad que ocupaban respectivamente" .
Cuando la población porteña comprendió que las fuerzas inglesas eran menores de la pensada en un primer momento, se empezó a poner en marcha los planes subversivos para retomar la ciudad. Tres planes operaban simultáneamente. En primer lugar, la expedición de Sobremonte desde Córdoba. Desde Montevideo, se estaba preparando otra expedición, al mando del gobernador Pascual Ruiz Huidobro. La tercera era una insurrección en la misma ciudad, que contó con el financiamiento de Martín de Álzaga.
Desde el 29 de junio, empezaron los planes conspirativos en Buenos Aires. El grupo de la revuelta urbana estaba encabezada por el ingeniero Felipe Sentenach, Gerardo Estevé y Llac, Fornagueira, Valencia, Franci, Esquiaga, Anzoátegui y Dozo, entre otros. Se armaron comisiones secretas para ir reuniendo armas, fondos, promover la deserción de los soldados ingleses, etc.
La labor del clero, erosionando la posición inglesa, no se limitaba sólo a arengar a los feligreses, como atestigua Gillespie: "los sacerdotes, en distancia considerable, ejercían aún los domingos todas sus facultades para estimular a sus oyentes a tomar las armas" .
Una anécdota, revela el compromiso del clero en la rebelión. En esos días, los ingleses habían interceptado una manada de alpacas y vicuñas que venían del altiplano, a Buenos Aires, como regalo de España a la Emperatriz Josefina, la esposa de Bonaparte. Los ingleses pensaron cambiar de mano el regalo y enviarlos al duque de York. Hasta embarcarlo a Londres, los ingleses confiaron la manada a un paisano, José Díaz, que todos los días entraba y salía del Fuerte con su manada. Pero Díaz hacía algo más que sacar a pasear al rebaño: ponía al tanto al fray Pedro Agustín Cueli de todo lo que ocurría en el Fuerte, amén de lograr la deserción de dos soldados ingleses, escondiéndolos en la calera de San Francisco, en Monte Grande.
El 3 de julio se avisó a Montevideo de este movimiento urbano y el 8 de julio se llevó una gran reunión en casa de Martín de Álzaga, rico comerciante vasco, uno de los principales vecinos de Buenos Aires.
En las labores de espionaje, el capitán Juan de Dios Dozo (hombre de Álzaga) logró ingresar a la logia masónica inglesa Southern Cross, instalada en Buenos Aires por los oficiales del ejército invasor, donde trabó contacto con Rodríguez Peña, Manuel Aniceto Padilla y Juan José Castelli, criollos integrantes de la logia.
Varios planes se barajaron, sin mucho orden. Una propuesta fue una pueblada para tomar de improviso al ejército inglés cuando estuviera formado en la plaza, tomando lista, degollándolos antes que tuvieran tiempo de reaccionar. Otro plan era tomar las naves británicas ancladas frente al Fuerte, abordándolos con botes, y llevarlos a Montevideo. Esta última idea parece que llegó a oídos de Beresford, a través de su red de espías locales, pues dispuso un operativo, desembarcando tropas de marinería, con el objeto de tomar por sorpresa a los conjurados si intentaban desarrollar su plan esa noche, cosa que no se hizo.
Otra idea, propuesta por el rico estanciero Martín Rodríguez, era raptar a Beresford y sus oficiales cuando salían a pasear por Barracas, a la altura del Puente de Burgos. Se lo hizo desistir de ese intento y se le encomendó que juntara fuerzas con Pueyrredón. Hubo un plan, sí, que empezó a ponerse en marcha: volar el cuartel de la Ranchería, donde estaba establecido el Regimiento 71.
Ni la expedición de Sobremonte ni la rebelión urbana, reconquistarían Buenos Aires. El héroe de esa acción sería Santiago de Liniers que había elegido, con intuición militar y política, la opción más promisoria para sus objetivos (reconquistar la ciudad y sacarse de encima al virrey Sobremonte): pedir la ayuda a Montevideo.
Cuando la población porteña comprendió que las fuerzas inglesas eran menores de la pensada en un primer momento, se empezó a poner en marcha los planes subversivos para retomar la ciudad. Tres planes operaban simultáneamente. En primer lugar, la expedición de Sobremonte desde Córdoba. Desde Montevideo, se estaba preparando otra expedición, al mando del gobernador Pascual Ruiz Huidobro. La tercera era una insurrección en la misma ciudad, que contó con el financiamiento de Martín de Álzaga.
Desde el 29 de junio, empezaron los planes conspirativos en Buenos Aires. El grupo de la revuelta urbana estaba encabezada por el ingeniero Felipe Sentenach, Gerardo Estevé y Llac, Fornagueira, Valencia, Franci, Esquiaga, Anzoátegui y Dozo, entre otros. Se armaron comisiones secretas para ir reuniendo armas, fondos, promover la deserción de los soldados ingleses, etc.
La labor del clero, erosionando la posición inglesa, no se limitaba sólo a arengar a los feligreses, como atestigua Gillespie: "los sacerdotes, en distancia considerable, ejercían aún los domingos todas sus facultades para estimular a sus oyentes a tomar las armas" .
Una anécdota, revela el compromiso del clero en la rebelión. En esos días, los ingleses habían interceptado una manada de alpacas y vicuñas que venían del altiplano, a Buenos Aires, como regalo de España a la Emperatriz Josefina, la esposa de Bonaparte. Los ingleses pensaron cambiar de mano el regalo y enviarlos al duque de York. Hasta embarcarlo a Londres, los ingleses confiaron la manada a un paisano, José Díaz, que todos los días entraba y salía del Fuerte con su manada. Pero Díaz hacía algo más que sacar a pasear al rebaño: ponía al tanto al fray Pedro Agustín Cueli de todo lo que ocurría en el Fuerte, amén de lograr la deserción de dos soldados ingleses, escondiéndolos en la calera de San Francisco, en Monte Grande.
El 3 de julio se avisó a Montevideo de este movimiento urbano y el 8 de julio se llevó una gran reunión en casa de Martín de Álzaga, rico comerciante vasco, uno de los principales vecinos de Buenos Aires.
En las labores de espionaje, el capitán Juan de Dios Dozo (hombre de Álzaga) logró ingresar a la logia masónica inglesa Southern Cross, instalada en Buenos Aires por los oficiales del ejército invasor, donde trabó contacto con Rodríguez Peña, Manuel Aniceto Padilla y Juan José Castelli, criollos integrantes de la logia.
Varios planes se barajaron, sin mucho orden. Una propuesta fue una pueblada para tomar de improviso al ejército inglés cuando estuviera formado en la plaza, tomando lista, degollándolos antes que tuvieran tiempo de reaccionar. Otro plan era tomar las naves británicas ancladas frente al Fuerte, abordándolos con botes, y llevarlos a Montevideo. Esta última idea parece que llegó a oídos de Beresford, a través de su red de espías locales, pues dispuso un operativo, desembarcando tropas de marinería, con el objeto de tomar por sorpresa a los conjurados si intentaban desarrollar su plan esa noche, cosa que no se hizo.
Otra idea, propuesta por el rico estanciero Martín Rodríguez, era raptar a Beresford y sus oficiales cuando salían a pasear por Barracas, a la altura del Puente de Burgos. Se lo hizo desistir de ese intento y se le encomendó que juntara fuerzas con Pueyrredón. Hubo un plan, sí, que empezó a ponerse en marcha: volar el cuartel de la Ranchería, donde estaba establecido el Regimiento 71.
Ni la expedición de Sobremonte ni la rebelión urbana, reconquistarían Buenos Aires. El héroe de esa acción sería Santiago de Liniers que había elegido, con intuición militar y política, la opción más promisoria para sus objetivos (reconquistar la ciudad y sacarse de encima al virrey Sobremonte): pedir la ayuda a Montevideo.
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