lunes, 12.07.1806 - las andanzas de Sobremonte
Tras su huida del campo de batalla, llegó a Córdoba el marqués de Sobremonte, donde se ordenó un Te Deum en agradecimiento por el feliz arribo a la ciudad mediterránea. De inmediato, se puso a reclutar gente para reconquistar la ciudad que (él todavía no sabía) había perdido definitivamente. Lejos estaba de sospechar que sus días como virrey estaban por llegar a su fin y que Liniers le arrebataría la gloria.
Durante su estada en Córdoba, Sobremonte tuvo la mala idea de interceptar la correspondencia privada que iba de Buenos Aires a Perú para conocer la opinión que el pueblo porteño tenía de su persona. No encontró una sola carta en que no se lo tildara de traidor, cobarde e ignorante en las artes de la guerra. Encolerizado amenazó a los vecinos de Buenos Aires con la horca y la guillotina, cuando reasumiera el poder, discursos que llegaron a la ciudad y dispuso a los porteños a no esperar su expedición "salvadora" para reconquistar por sí mismo la ciudad.
"Desde que se supo en Buenos Aires que venía Sobremonte no cesaron los porteños de tomarles el pelo a los cordobeses" escribe el historiador Carlos Roberts. La imagen de Sobremonte (el "virrey Tras del Monte" desde su huída) era de mofa y burla. Las coplas populares circularon por la ciudad tras la toma inglesa, que mostraban la gracia y la improvisación criolla que hicieron decir a Alexander Gillespie "como en todos los países lindantes con un estado natural, la poesía parece el genio conductor de las clases inferiores en esta parte de América del Sur, pues al pedírsele a cualquiera que tome la guitarra, siempre la adaptará a estrofas improvisadas y convenientes, con gran facilidad" .
Una de ellas:
Un hombre, el más falsario,
que debe a Buenos Aires cuanto tiene,
es un marqués precario
y un monte que va y viene,
y sobre monte ruina nos previene.
Otra:
Del uno al otro horizonte
no creo que el mundo vea
un collón que mayor sea
que el marqués de Sobremonte.
Se elevó cual faltonte,
cuál Ícaro remontó;
pero al instante cayó,
¿y qué le sucederá?
Degradado morirá,
como a Torres sucedió.
Otra más:
"Al primer cañonazo de los valientes, disparó Sobremonte con sus parientes".
Otra más aún:
Un quintal de hipocresía,
veintidós de fanfarrón
y cincuenta de ladrón
con quince de fantasía;
dos mil de collonería,
mezcladas bien, y después,
en un gran caldero inglés
con gallinas y capones,
extractarán los blasones
del más indigno marqués.
Desde el lado inglés, la opinión sobre Sobremonte no distaba de la de los porteños. Gillespie acierta en un breve párrafo: "El marqués de Sobremonte, virrey de la provincia, había sido de los primeros en abandonar el campo, y fue también el primero en dejar el asiento de su dignidad y gobierno. Todas las lenguas hablaban libremente de su conducta, y no dudo de que su fuga precipitada dio un golpe serio y duradero a la autoridad y al honor de la Corona, en la estimación popular" .
Pero, la más clara de las opiniones de Sobremonte, provienen del propio Beresford, cuando juzga, con acertada previsión, la amenaza de reconquista del virrey: "Si un jefe activo y emprendedor viniera mandándolas, sin duda podríamos hallarnos en una situación desagradable. El virrey, sin embargo, no es de manera laguna de tal carácter y siendo impopular frustrará, espero, en gran parte, las disposiciones de cualquier suyo de energía y habilidad. Fue con estas esperanzas que no hice ninguna tentativa para apoderarme de S.E., lo que podría haber hecho, pues viaja con toda su familia en coches, sobre caminos casi intransitables por las lluvias, y yo había juntado 400 caballos para montar ese número de infantes, para con dos piezas, perseguirlo; pero las consideraciones mencionadas me indujeron a desistir" .
Durante su estada en Córdoba, Sobremonte tuvo la mala idea de interceptar la correspondencia privada que iba de Buenos Aires a Perú para conocer la opinión que el pueblo porteño tenía de su persona. No encontró una sola carta en que no se lo tildara de traidor, cobarde e ignorante en las artes de la guerra. Encolerizado amenazó a los vecinos de Buenos Aires con la horca y la guillotina, cuando reasumiera el poder, discursos que llegaron a la ciudad y dispuso a los porteños a no esperar su expedición "salvadora" para reconquistar por sí mismo la ciudad.
"Desde que se supo en Buenos Aires que venía Sobremonte no cesaron los porteños de tomarles el pelo a los cordobeses" escribe el historiador Carlos Roberts. La imagen de Sobremonte (el "virrey Tras del Monte" desde su huída) era de mofa y burla. Las coplas populares circularon por la ciudad tras la toma inglesa, que mostraban la gracia y la improvisación criolla que hicieron decir a Alexander Gillespie "como en todos los países lindantes con un estado natural, la poesía parece el genio conductor de las clases inferiores en esta parte de América del Sur, pues al pedírsele a cualquiera que tome la guitarra, siempre la adaptará a estrofas improvisadas y convenientes, con gran facilidad" .
Una de ellas:
Un hombre, el más falsario,
que debe a Buenos Aires cuanto tiene,
es un marqués precario
y un monte que va y viene,
y sobre monte ruina nos previene.
Otra:
Del uno al otro horizonte
no creo que el mundo vea
un collón que mayor sea
que el marqués de Sobremonte.
Se elevó cual faltonte,
cuál Ícaro remontó;
pero al instante cayó,
¿y qué le sucederá?
Degradado morirá,
como a Torres sucedió.
Otra más:
"Al primer cañonazo de los valientes, disparó Sobremonte con sus parientes".
Otra más aún:
Un quintal de hipocresía,
veintidós de fanfarrón
y cincuenta de ladrón
con quince de fantasía;
dos mil de collonería,
mezcladas bien, y después,
en un gran caldero inglés
con gallinas y capones,
extractarán los blasones
del más indigno marqués.
Desde el lado inglés, la opinión sobre Sobremonte no distaba de la de los porteños. Gillespie acierta en un breve párrafo: "El marqués de Sobremonte, virrey de la provincia, había sido de los primeros en abandonar el campo, y fue también el primero en dejar el asiento de su dignidad y gobierno. Todas las lenguas hablaban libremente de su conducta, y no dudo de que su fuga precipitada dio un golpe serio y duradero a la autoridad y al honor de la Corona, en la estimación popular" .
Pero, la más clara de las opiniones de Sobremonte, provienen del propio Beresford, cuando juzga, con acertada previsión, la amenaza de reconquista del virrey: "Si un jefe activo y emprendedor viniera mandándolas, sin duda podríamos hallarnos en una situación desagradable. El virrey, sin embargo, no es de manera laguna de tal carácter y siendo impopular frustrará, espero, en gran parte, las disposiciones de cualquier suyo de energía y habilidad. Fue con estas esperanzas que no hice ninguna tentativa para apoderarme de S.E., lo que podría haber hecho, pues viaja con toda su familia en coches, sobre caminos casi intransitables por las lluvias, y yo había juntado 400 caballos para montar ese número de infantes, para con dos piezas, perseguirlo; pero las consideraciones mencionadas me indujeron a desistir" .
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