19.5.06

miércoles, 19.05.1806 - de barro

En las noches, las calles se iluminaban con faroles de aceite que colgaban en las esquinas, encima de las entradas de las casas. Salvo algunas calles mal empedradas, las que entraban a la Plaza (sólo un par de cuadras), el resto de las calles se convertían en un barrial intransitable con las lluvias o en una nube de polvo seco en el verano.

José Wilde describe bien las calles de esos tiempos: "...por los años 1770 y tantos, a consecuencia de una lluvia, que continuó por muchos días, formáronse tan profundos pantanos, que se hizo necesario colocar centinelas en las cuadras de la calle de las Torres, (hoy Rivadavia), en las cercanías de la plaza principal, para evitar que se hundieran y se ahogaran los transeúntes, particularmente los de a caballo. (...) la ciudad (confiados, sin duda, sus habitantes en la buena salud que en ella reinaba), era sucia; en invierno, por el barro, en verano, por el polvo. Sus calles jamás se barrían, salvo el barrido impuesto en cierto radio a los tenderos, que lo efectuaban los sábados, por medio de sus dependientes, y sólo se limpiaban de tiempo en tiempo por los copiosos aguaceros que las convertían en vastos mares, rebalsando las aguas los terceros, derramándose luego por las calles en raudal hacia el río de la Plata, arrastrando la corriente cuanto hallaba en su curso".

Los primeros trabajos serios de pavimentación de las calles de la ciudad, no llegaron hasta el gobierno de Bernardino Rivadavia, en 1822.

Wilde anota otra nota de color que vale la pena destacar "...ya fuera de la época colonial y hasta hace no muchos años, se veían aún en los puntos más centrales de la ciudad, inmensos pantanos: a veces ocupaban cuadras enteras. No era raro, pues, ver a un médico dejar su caballo (entonces no andaban los médicos en carruaje) en una bocacalle y caminar una cuadra o más, hasta la casa de su cliente, por no lanzarse a caballo en ese mar de lodo; y al pedestre obligado a rodear una o más manzanas para llegar a un punto dado, aprovechando el paso que algún vecino caritativo o algún pulpero interesado había improvisado, con el auxilio de unos cuantos ladrillos, pedazos de tabla, etc.

Los pantanos se tapaban, hasta hace muy pocos años, con las basuras que conducían los carros de la policía, que eran pequeños y tirados por una sola mula.

Estos depósitos de inmundicias, estos verdaderos focos de infección, producían, particularmente en verano, un olor insoportable, y atraían millares de moscas que invadían a todas horas las casas inmediatas.

Muchas veces se veían en los pantanos animales muertos, aun en nuestras calles más centrales, aumentando la corrupción. De los pantanos, desgraciadamente no nos vemos libres hasta la fecha; sólo sí, ya no se ven en el centro, pero no faltan, aunque no tan profundos y extensos, en los suburbios"
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