domingo, 01.08.1806 – proclama
Don Santiago Liniers y Bremond.
Caballero de la Orden de San Juan, Capitán de Navío de la Real Armada y Comandante General de las fuerzas de mar y tierra destinadas para la reconquista de Buenos aires.
Previene a todos los cuerpos que componen el del ejército que tiene el honor de mandar para la gloriosa hazaña de la reconquista de Buenos Aires, que esta tarde, permitiéndolo el viento, se embarcarán para pasar a la Costa del Sur, que no duda un solo momento del ardor, patriotismo e intrepidez de los valerosos Oficiales, Cadetes, Sargentos, Cabos, Soldados y Voluntarios que lo componen; pero que si, contra su esperanza, algunos olvidados de sus principios, volvían la cara al enemigo, estén en la inteligencia que habrá un cañón a retaguardia cargado de metralla, con orden de hacer fuego sobre los cobardes fugitivos.
El valor sin disciplina no conduce más que a una inmediata ruina, las fuerzas concentradas y subordinadas a la voz de los que la dirigen, es el más seguro medio de conseguir la victoria; por tanto prevengo y mando, bajo las penas más ejecutivas de la Ordenanza para estos casos.
Si llegamos a vencer, como lo espero, a los enemigos de nuestra Patria, acordáos Soldados que los vínculos de la Nación Española son de reñir con intrepidez, como triunfar con humanidad: el enemigo vencido es nuestro hermano, y la Religión y la generosidad de todo buen español le hace como tan natural estos principios, que tendría rubor de encarecerlos.
Si el buen orden, la disciplina y el buen trato deben observares para antes y después de la victoria, rescatado Buenos Aires debemos conducirnos con el mayor recato, y que no se diga que lo amigos han causado más disturbios en la tranquilidad pública, que los enemigos, pues si debe castigar algunos traidores a la Patria, vivan seguros, que lo estarán ejecutivamente por las autoridades constituidas para entender de semejantes delitos.
Por tanto espero de todos mis amados Compañeros de armas que me darán la gloria de poder exaltar a lo pies del Trono de nuestro amado soberano tantos los rasgos de su valor, como su moderación y acrisolada conducta.
Caballero de la Orden de San Juan, Capitán de Navío de la Real Armada y Comandante General de las fuerzas de mar y tierra destinadas para la reconquista de Buenos aires.
Previene a todos los cuerpos que componen el del ejército que tiene el honor de mandar para la gloriosa hazaña de la reconquista de Buenos Aires, que esta tarde, permitiéndolo el viento, se embarcarán para pasar a la Costa del Sur, que no duda un solo momento del ardor, patriotismo e intrepidez de los valerosos Oficiales, Cadetes, Sargentos, Cabos, Soldados y Voluntarios que lo componen; pero que si, contra su esperanza, algunos olvidados de sus principios, volvían la cara al enemigo, estén en la inteligencia que habrá un cañón a retaguardia cargado de metralla, con orden de hacer fuego sobre los cobardes fugitivos.
El valor sin disciplina no conduce más que a una inmediata ruina, las fuerzas concentradas y subordinadas a la voz de los que la dirigen, es el más seguro medio de conseguir la victoria; por tanto prevengo y mando, bajo las penas más ejecutivas de la Ordenanza para estos casos.
Si llegamos a vencer, como lo espero, a los enemigos de nuestra Patria, acordáos Soldados que los vínculos de la Nación Española son de reñir con intrepidez, como triunfar con humanidad: el enemigo vencido es nuestro hermano, y la Religión y la generosidad de todo buen español le hace como tan natural estos principios, que tendría rubor de encarecerlos.
Si el buen orden, la disciplina y el buen trato deben observares para antes y después de la victoria, rescatado Buenos Aires debemos conducirnos con el mayor recato, y que no se diga que lo amigos han causado más disturbios en la tranquilidad pública, que los enemigos, pues si debe castigar algunos traidores a la Patria, vivan seguros, que lo estarán ejecutivamente por las autoridades constituidas para entender de semejantes delitos.
Por tanto espero de todos mis amados Compañeros de armas que me darán la gloria de poder exaltar a lo pies del Trono de nuestro amado soberano tantos los rasgos de su valor, como su moderación y acrisolada conducta.
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