jueves, 22.07.1806 – instrucciones
“En tal inteligencia se pondrá Vuestra Señoría hoy mismo en marcha; pues que todo está dispuesto para que no se demore un momento” rezaba las instrucciones del gobernador Ruiz Huidobro a Santiago de Liniers, dadas el 22 de julio de 1806. “se le confirió el mando, no solo de los quinientos hombres escogidos de la mejor tropa, y más también se aumentó este número con el de cien de la compañía de Migueletes que se acaba de formar en esta Plaza, armada y uniformada en los mejores términos, haciendo extensivo el mando en jefe de Vuestra Señoría a las fuerzas de mar que están a las órdenes inmediatas del Capitán de Fragata Dr. Juan Gutiérrez de la Concha y los buques que transportan la artillería, municiones y víveres para las tropas de la expedición”
Entre aclamaciones, la expedición sale de Montevideo el 22 de julio, cruzando el portón de San Pedro. Liniers viste “el brillante uniforme azul y rojo, flordelisado de oro, de capitán de navío, y en el pecho, la cruz de caballero de Malta; con su alta estatura, su robusta presencia, su belleza risueña y varonil que formó parte de su prestigio entre las muchedumbres. Saludaba, eterno feminista, a las mujeres apiñadas en los balcones y azoteas, anunciando la victoria que le tenía prometida aquella voz secreta, misterioso confidente de todo conquistador. ¡Al fin tenía su hora histórica” describe con orgullo su compatriota Paul Groussac.
Lo que no contaban las instrucciones era la fuerte sudestada, temporal que afectarás las operaciones militares de los próximos días, tanto para las fuerzas invasoras como para las de la Reconquista.
Entre aclamaciones, la expedición sale de Montevideo el 22 de julio, cruzando el portón de San Pedro. Liniers viste “el brillante uniforme azul y rojo, flordelisado de oro, de capitán de navío, y en el pecho, la cruz de caballero de Malta; con su alta estatura, su robusta presencia, su belleza risueña y varonil que formó parte de su prestigio entre las muchedumbres. Saludaba, eterno feminista, a las mujeres apiñadas en los balcones y azoteas, anunciando la victoria que le tenía prometida aquella voz secreta, misterioso confidente de todo conquistador. ¡Al fin tenía su hora histórica” describe con orgullo su compatriota Paul Groussac.
Lo que no contaban las instrucciones era la fuerte sudestada, temporal que afectarás las operaciones militares de los próximos días, tanto para las fuerzas invasoras como para las de la Reconquista.
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