jueves 02.07.1807 – la noche más amarga
Los dispersos del combate en Miserere trajeron la noticia a la ciudad de que estaba totalmente indefensa. El ejército que había costado tanto trabajado armar, ya no existía. El desaliento invadió a los porteños, que esperaban de un momento a otro, la entrada de los invasores. Hay una leyenda popular de que, en esa noche, sobresalió la figura de Martín de Álzaga que se puso al frente del comité de guerra, formado por los cabildantes y los jefes como Balbiani, Cerviño o García, que volvían del combate. Para más de una fuente, era una versión generada por el propio Álzaga y sus simpatizantes, para oponerse al papel de Liniers, teniendo como fuerte sustento del carácter ficticio de su labor, que no es nombrado en las crónicas de los días siguientes, durante la Defensa.
En esa noche, se puso en práctica el plan de defensa que el ingeniero Doblas había propuesto el 20 de abril, desechado por Liniers que eligió una batalla en campo abierto. Doblas había propuesto fortificar el centro de la ciudad, para que los defensores, desde las casas y las trincheras, pudieran conseguir una ventaja ante el ataque. Proponía que se defendiera la zona limitada por el río, y las actuales Lavalle, Pellegrini, Bernardo de Irigoyen y México, disponiendo de barricadas en las bocalles, con tercios de cuero con tierra, emplazando cañones y ubicando a la gente sobrante en las azoteas.
Esa noche del 2 al 3 de julio, tras cenar, y comprobar que los ingleses no entrarían en la ciudad, los vecinos organizaron la defensa. Iluminaron las calles, para evitar cualquier ataque sorpresa, con velas, antorchas y faroles. Emplazaron las trincheras y barracas, trayendo los cañones que se habían emplazado en el Retiro y la Residencia, previendo un eventual ataque inglés por esa zona. Los Húsares de Rodríguez y los Granaderos de Terrada fueron las únicas tropas que volvieron formados a la ciudad; el resto se había dispersado a sus casas. Se sumaron esa noche a las defensas, comandadas por Balbiani.
En esa noche, se puso en práctica el plan de defensa que el ingeniero Doblas había propuesto el 20 de abril, desechado por Liniers que eligió una batalla en campo abierto. Doblas había propuesto fortificar el centro de la ciudad, para que los defensores, desde las casas y las trincheras, pudieran conseguir una ventaja ante el ataque. Proponía que se defendiera la zona limitada por el río, y las actuales Lavalle, Pellegrini, Bernardo de Irigoyen y México, disponiendo de barricadas en las bocalles, con tercios de cuero con tierra, emplazando cañones y ubicando a la gente sobrante en las azoteas.
Esa noche del 2 al 3 de julio, tras cenar, y comprobar que los ingleses no entrarían en la ciudad, los vecinos organizaron la defensa. Iluminaron las calles, para evitar cualquier ataque sorpresa, con velas, antorchas y faroles. Emplazaron las trincheras y barracas, trayendo los cañones que se habían emplazado en el Retiro y la Residencia, previendo un eventual ataque inglés por esa zona. Los Húsares de Rodríguez y los Granaderos de Terrada fueron las únicas tropas que volvieron formados a la ciudad; el resto se había dispersado a sus casas. Se sumaron esa noche a las defensas, comandadas por Balbiani.
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