domingo 28.06.1807 – arribo a Ensenada
La flota británica arriba a la costa bonaerense. Whitelocke tiene bajo su mando a 11 mil hombres, con una fuerza naval que sumaban 175 cañones, la más numerosa expedición inglesa a América, desde la época de la independencia norteamericana.
“El sitio fijado estaba a unas tres millas del pueblo llamado Ensenada de Barragán” anotaría en su diario el teniente coronel Lancelot Holland. El general Craufurd fue el primero en desembarcar. Sus hombres desembarcaron en la boca del río Santiago. Como luego debían subir la barranca (hacia la actual La Plata) y cruzar el arroyo del Gato, que debieron cruzar con un puente construido por los ingenieros, el resto de las tropas inglesas desembarcaron directamente en la Ensenada de Barragán, en el mismo río Santiago, para evitar el arroyo mencionado.
“El lugar del desembarco no era bueno” señala Holland. Efectivamente, la playa de la Ensenada era de arena dura y pudo hacerse con facilidad el desembarco. Detrás de la playa, había un albardón de terreno seco, sobre el que se había levantado el pueblo de Ensenada. Entre éste y la barranca, donde hoy está La Plata, se extendía un bañado de 6 km de ancho, en tal malas condiciones, que Martín Rodríguez (dueño de varias estancias de la zona), consideraba casi imposible cruzarlo, lo que provocó su admiración cuando los británicos consiguieron superarlo, no sin duras penas.
“Durante un largo rato los hombres tuvieron que andar a media pierna por el agua” describe Holland “No había caminos y ni siquiera senderos. Había zanjas y ciénagas que por momentos hicieron parecer imposible el acarreo de los cañones, pero los marineros lo lograron con admirable perseverancia y buena voluntad. Los caballos se empantanaban con frecuencia y era difícil rescatarlos” . “Con los más grandes esfuerzos que jamás había hecho ejército alguno, pasamos el bañado largo de una legua entera” describe otro testigo, cuyo nombre no trascendió las sombras del tiempo, “(…) Nunca he visto un lugar semejante para pasar un hombre, cuanto más un ejercito”.
“En Ensenada hay una fortificación de la que esperábamos resistencia, pero hallamos que las baterías habían sido retiradas semanas atrás” cuenta Holland. Sólo había unos pocos barcos portugueses en la ensenada. El único habitante del pueblo de Ensenada era el comerciante Pedro Duval, que estaba en su casa y en cuyo hogar durmió Whitelocke esa noche. Al día siguiente, Duval (posteriormente fundaría el primer saladero de Ensenada, en sociedad con R. P. Staples, cónsul inglés) sería llevado con las tropas ingleses, como guía. La vanguardia de las fuerzas inglesas, vivaquearon en una estancia sobre la barranca, actualmente, el bosque de La Plata. El resto de las tropas, en la misma Ensenada.
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