lunes, 14.06.1806 – Guillermo Pío White
Aprovechando la información proporcionada en el artículo de Juan José Cresto (presidente de la Academia Argentina de Historia) en el suplemento “Enfoques” del diario “La Nación”, del último domingo 11 de junio (de 2006), trazaremos el perfil de un personaje más que pintoresco, que veremos una y otra vez durante estas invasiones, el espía inglés en Buenos Aires, Guillermo Pío White.
White, nacido en Boston en 1770, cuando todavía era una colonia británica, fue un comerciante negrero y contrabandista, actividad con la que viajó por el mundo. En las islas Mauricio trabó amistado con la familia Perichon, la que continuará en 1797 cuando arriben, casi simultáneamente a Buenos Aires, donde también cultivará la amistad de los Liniers. Guillermo White mantuvo sus contactos comerciales en las islas Mauricio, pues se recuerda que en 1802 trajo de allí, un barco, La Concepción, en sociedad con Martin Bickam (comerciante de la isla). El barco fue confiscado por las autoridades de Montevideo y el hecho derivó en un sonado pleito entre White y Bickam, donde el primero fue representado legalmente por Bernardino Rivadavia. No se quedó atrás su oponente: su abogado fue Mariano Moreno con la ayuda de Martín de Álzaga, otro caracterizado comerciante (y contrabandista) de Buenos Aires. Los tratos de White con Rivadavia continuaron: en sociedad con Santiago (hermano menor de Bernardino) vendió vinos y azúcar al Paraguay. Con Bernardino, la asociación siguió hasta 1809, cuando se disolvió la sociedad porque éste “se dio cuenta que era demasido vivo” como sugiere con pintoresco eufemismo Carlos Roberts.
Puede verse el entretejido de lazos comerciales de White con los principales protagonistas de esos años. Pero aún hay más: en las Indias Orientales había tenido negocios (“negocios pocos honrosos” según Florencio Varela) con un promisorio marino británico que le dejó una importante deuda. El acreedor de White no es otro que Sir Home Riggs Popham el promotor de la expedición a Buenos Aires. Es más, Guillermo White fue el que le envió la carta a Popham, entonces en Ciudad del Cabo, contándole de las remesas de oro y plata llegadas de Potosí, Chile y Lima, estacionadas en Buenos Aires, con rumbo a Madrid. En mente, seguramente, tenía la idea de que Popham saldara su deuda comercial.
Durante las invasiones, White tuvo activa participación como enlace de los invasores y en tareas de inteligencia. Su quinta (anteriormente propiedad de Santiago de Liniers), ubicada en lo que es hoy la calle Virrey Liniers, entre Hipólito Yrigoyen y Belgrano, en el barrio del Once, fue cuartel general de los ingleses en la segunda invasión.
Tras el fracaso inglés, White fue encarcelado por “infidente y auxiliante del ejército inglés que atacó a esta ciudad de Buenos Aires”, pero en junio de 1809 fue liberado por el entonces virrey Liniers (su amigo) quien adujo vicios procesales para anular su condena, “ni aún semiplenamente comprovado ningún hecho del ciudadano White que se oponga a la fe que un Natural debe a todo país”.
Guillemo White no abandonó la ciudad y se comprometió su futuro con el gobierno que surgió tras la Revolución de Mayo, proveyéndolo de armas. Comprometió su fortuna en el financiamiento de la escuadra del Almirante Brown (a quien recomendó para el cargo) que tomó Montevideo en 1814. Pero también mereció sospecha sus manejos en ese asunto: un año después debió enfrentar el embargo de sus bienes, por una causa legal iniciada por el gobierno. Se exilió en Montevideo hasta que regresó al país en 1835, recibiendo una pensión alimenticia de parte de Rosas. Murió en 1842, en Dolores, donde se radicó. El Presidente Mitre tuvo que subsidiar a sus descendientes, que estaban en la extrema pobreza.
Por esas paradojas del destino (y de Argentina), desde 1893 una calle en Buenos Aires, en el barrio de Villa Luro (Rivadavia al 9000) honra al espía británico durante las invasiones.
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