24.9.12

el polvorín de cueli

Hace 120 años, cuando el francés Carlos Thays lo proyectó, aquella era una zona de la periferia, lejos del casco urbano. Pero la transformación comenzó el 2 de septiembre de 1892. Ese día, la intendencia municipal no sólo ya había aprobado su proyecto, sino que le entregó a aquel talentoso paisajista esos terrenos (son más de siete hectáreas) para que los convirtiera en lo que hoy se conoce y se disfruta como el Jardín Botánico, una suerte de “fábrica de oxígeno” en uno de los barrios más poblados de la Ciudad.

La primera acción fue rellenar el sitio con buena tierra negra acarreada desde otras zonas. Es que la idea de instalar un “Jardín Botánico de Aclimatación”, como se lo denominaba en sus orígenes, requería una buena base. La intención era dejar atrás aquella historia que habla de que allí, hasta los finales de la época colonial, estaba “el almacén de la pólvora” o “el polvorín de Cueli”, por el nombre de la familia que tenía residencia en el lugar. Inclusive, la mitología urbana menciona que, durante las invasiones inglesas, aquellos soldados llegaron a tomar el lugar y hasta tuvieron a esa familia como rehén.

Lo cierto es que ese terreno alto (hoy delimitado por las avenidas Las Heras y Santa Fe y la calle República Arabe Siria) desde el que se divisaban los bañados de Palermo y hasta la costa del río, empezó a cambiar. El trabajo llevó seis años y el 7 de febrero de 1898, se abrió al público. Para entonces, ya se destacaban tres áreas con las características de los principales estilos de la jardinería: el romano, el francés (con sus clásicas simetrías) y el oriental.

Por supuesto que en su diseño, Thays también había sabido aprovechar algunos edificios que estaban allí. El que más se destacó siempre es el edificio central, hoy sede de la administración del Jardín. Proyectado en enero de 1881 por el ingeniero militar Jordán Wysocki, fue construido entre abril y diciembre de ese mismo año bajo la dirección de Pedro Serechetti. De neto estilo inglés (se lo identifica por sus ladrillos rojizos y a la vista) había sido sede del Museo Histórico Nacional que después mudó sus muestras y piezas al Parque Lezama.

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Pero lo que suele llamar mucho la atención de los visitantes es el Jardín de los Sentidos, donde conviven especies aromáticas y algunas texturadas. El sector tiene como eje principal ser útil para personas ciegas.

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“Naturaleza y arte con el sello Thays”
EDUARDO PARISE
(clarín, 24.09.12)