whitelocke
El 18 de marzo de 1808, el consejo de guerra reunido en la ciudad de Chelsea para juzgar el desempeño del general John Whitelocke, jefe de la segunda invasión inglesa al Río de la Plata, dispuso darlo de baja y declararlo inepto e indigno de servir a su majestad en ninguna clase militar. Además, ordenó que se leyera la sentencia en todos los regimientos al servicio del rey. Según el texto, "para que sirva de eterno recuerdo de las fatales consecuencias a que se exponen los oficiales revestidos de alto mando que, en el desempeño de los importantes deberes que se les confían, carecen del celo, tino y esfuerzo personal que su soberano y su patria tienen derecho a esperar de ellos".
"Cuando desembarcó en Ensenada de Barragán para marchar sobre Buenos Aires, Whitelocke contaba con un ejército de 10.000 hombres aguerridos, protegidos por una flota de 130 buques comandados por el almirante sir Home Riggs Popham. ¿Qué pasó? ¿Por qué no pudo tomar la ciudad?", se pregunta Rosario Zubeldía, directora de la obra teatral Whitelocke, un general inglés, de Jorge Castelli y Cristian Krämer, en el Teatro Cervantes.
"Según los autores, hay una zona oscura en la vida del militar donde ocurrieron hechos que condicionaron la actitud del hasta entonces exitoso comandante. La pieza es la adaptación teatral de la obra de Castelli El delicado umbral de la tempestad, Premio LA NACION de Novela en 2000. El núcleo de la trama es una reflexión sobre un tema conflictivo: la obediencia ciega, sin condiciones; para decirlo en términos más actuales, la obediencia debida", agrega la directora.
(..)
Basándose en crónicas de la época, imaginan que hubo dos hechos. El primero, cuando un capitán a su mando desobedeció abiertamente sus órdenes. Esto habría causado una honda impresión en el entonces coronel, porque para él la desobediencia era algo impensado en un soldado al servicio de la corona. El segundo hecho fue más dramático: en una de sus campañas por el Caribe se enamoró de una joven haitiana con la que tuvo un hijo. Pero años más tarde, en 1793, debió comandar una sedición contra Haití. Partió de Jamaica y rodeó la ciudad de Port-de-Paix, en el norte, donde precisamente residían su mujer y su hijo.
(…)
Whitelocke contaba con fuerzas superiores y esto le planteó la alternativa de ordenar a sus tropas que avanzaran y arrasaran la ciudad, y se pusiera así en peligro la vida de sus seres amados, o siguieran esperando. La orden superior fue avanzar y, finalmente, decidió obedecer. Su mujer y su hijo murieron en manos de sus propios soldados y, a partir de entonces, Whitelocke se transformó en un ser dubitativo, de actitudes ambiguas. Un personaje con el que pronto nos sentimos identificados en el odio y el repudio. Los autores suponen que ante la tenaz resistencia de Buenos Aires se le planteó una circunstancia parecida, y los traumáticos recuerdos de la toma de Port-de-Paix lo llevaron a intentar el asalto sin convencimiento, con un gran sentimiento de culpa.
(…)
En su novela El delicado umbral de la tempestad , base de la versión teatral, Jorge Castelli cita que durante el juicio el general Robert Craufurd recordó un diálogo que mantuvo con Whitelocke en Montevideo, antes de avanzar sobre Buenos Aires. Dijo, mirando las casas de esa ciudad: "Tienen ángulos de 90 grados, sin ochavas, frentes lisos, ventanas enrejadas... No hay lugar donde guarecerse. Nunca entraría allí con un regimiento de infantería". Sin embargo, 10 días más tarde, avanzó sobre la ciudad con infantería. Además, contaba con la artillería de los barcos de la flota del almirante Popham y podría haber bombardeado la ciudad.
"La disciplina ayuda a superar el miedo"
Reportaje de LUIS AUBELE a ROSARIO ZUBELDÍA
"Cuando desembarcó en Ensenada de Barragán para marchar sobre Buenos Aires, Whitelocke contaba con un ejército de 10.000 hombres aguerridos, protegidos por una flota de 130 buques comandados por el almirante sir Home Riggs Popham. ¿Qué pasó? ¿Por qué no pudo tomar la ciudad?", se pregunta Rosario Zubeldía, directora de la obra teatral Whitelocke, un general inglés, de Jorge Castelli y Cristian Krämer, en el Teatro Cervantes.
"Según los autores, hay una zona oscura en la vida del militar donde ocurrieron hechos que condicionaron la actitud del hasta entonces exitoso comandante. La pieza es la adaptación teatral de la obra de Castelli El delicado umbral de la tempestad, Premio LA NACION de Novela en 2000. El núcleo de la trama es una reflexión sobre un tema conflictivo: la obediencia ciega, sin condiciones; para decirlo en términos más actuales, la obediencia debida", agrega la directora.
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Basándose en crónicas de la época, imaginan que hubo dos hechos. El primero, cuando un capitán a su mando desobedeció abiertamente sus órdenes. Esto habría causado una honda impresión en el entonces coronel, porque para él la desobediencia era algo impensado en un soldado al servicio de la corona. El segundo hecho fue más dramático: en una de sus campañas por el Caribe se enamoró de una joven haitiana con la que tuvo un hijo. Pero años más tarde, en 1793, debió comandar una sedición contra Haití. Partió de Jamaica y rodeó la ciudad de Port-de-Paix, en el norte, donde precisamente residían su mujer y su hijo.
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Whitelocke contaba con fuerzas superiores y esto le planteó la alternativa de ordenar a sus tropas que avanzaran y arrasaran la ciudad, y se pusiera así en peligro la vida de sus seres amados, o siguieran esperando. La orden superior fue avanzar y, finalmente, decidió obedecer. Su mujer y su hijo murieron en manos de sus propios soldados y, a partir de entonces, Whitelocke se transformó en un ser dubitativo, de actitudes ambiguas. Un personaje con el que pronto nos sentimos identificados en el odio y el repudio. Los autores suponen que ante la tenaz resistencia de Buenos Aires se le planteó una circunstancia parecida, y los traumáticos recuerdos de la toma de Port-de-Paix lo llevaron a intentar el asalto sin convencimiento, con un gran sentimiento de culpa.
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En su novela El delicado umbral de la tempestad , base de la versión teatral, Jorge Castelli cita que durante el juicio el general Robert Craufurd recordó un diálogo que mantuvo con Whitelocke en Montevideo, antes de avanzar sobre Buenos Aires. Dijo, mirando las casas de esa ciudad: "Tienen ángulos de 90 grados, sin ochavas, frentes lisos, ventanas enrejadas... No hay lugar donde guarecerse. Nunca entraría allí con un regimiento de infantería". Sin embargo, 10 días más tarde, avanzó sobre la ciudad con infantería. Además, contaba con la artillería de los barcos de la flota del almirante Popham y podría haber bombardeado la ciudad.
"La disciplina ayuda a superar el miedo"
Reportaje de LUIS AUBELE a ROSARIO ZUBELDÍA
Ultima página / A boca de jarro"La disciplina ayuda a superar el miedo"
Rosario Zubeldía
lanacion.com | Espectáculos | Domingo 3 de agosto de 2008
3 Comments:
Hola aqui les dejo mi blog...
http://historia-del-mundo.blogspot.com
está muy bueno, necesito saber como se llamaba el regimiento de corrientes en esa época
Me permito indicar que el almirante al mando de la flota de la segunda invasión no era Popham sino Murray.
Home Riggs Popham fue el almirante que concibió y condujo la primera invasión.
Murray sí intentó bombardear el fuerte pero la poca profundidad de las aguas del Río de La Plata le impidieron acercarse lo suficiente. Aún así lo intentó y según cuenta un oficial inglés una de las balas de cañón llegó hasta la habitación de Liniers en el fuerte.
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