22.12.06

domingo, 22.12.1806 – ofrecimiento

“A los hijos del Sol, a los que gloriosamente habéis echado a esos colorados de vuestra casa, que lograron tomar por una desgracia; a vosotros, que sois los Padres de la Patria, venimos personalmente a manifestaros nuestra gratitud, no obstante que por nuestros diferentes enviados os tenemos ofrecido cuanto auxilios y recursos nos acompañan: hemos querido conoceros por nuestros ojos, y llevamos el gusto de haberlo conseguido; y pues reunidos en esta grande habitación donde igualmente vemos a nuestros Reyes, en su presencia, y no satisfechos de las embajadas que os tenemos hechas, os ofrecemos nuevamente, reunidos todos los grandes Caciques que veis, hasta el número de veinte mil de nuestros súbditos, todos gente de guerra y cada cual con cinco caballos; queremos sean los primeros a embestir a esos colorados que parece aún os quieren incomodar. Nada os pedimos por todo esto y más, que haremos en vuestro obsequio, todo os es debido, pues que nos habéis libertado, que tras de vosotros siguieran en nuestra busca”.

Quien hacía se expresaron, el 22 de diciembre de 1806, en el Cabildo de Buenos Aires, a través de un intérprete eran diez caciques pampas que venían a ofrecer sus servicios y cerca de 30 mil hombres, para oponerse al futuro ataque británico.

Ya el 17 de agosto, el Cabildo había recibido la visita del indio Pampa Felipe en representación de 16 caciques pampas y tehuelches para aportar su ayuda contra “unos hombres tan malos como los colorados”. El Cabido agradeció la oferta y "en caso necesario (..) la tendrían muy presente en todo tiempo". Un mes después, vuelve otra embajada, Felipe con el cacique pampa Catemilla ratificando la oferta anterior y agregando que han hecho las paces con los Ranqueles, con quienes estaban en guerra, para proteger a los cristianos de los colorados. El Cabildo responde de igual modo, agradeciendo y teniéndolos en cuenta, pero sin concretar ninguna alianza.

“El Cabildo ha oído con indecible gozo el afecto y reconocimiento que merece a los grandes caciques que tiene a la vista. Si hasta hoy han conocido cuánto se ha esmerado en contribuir a su prosperidad, en cumplimiento de sus disposiciones de sus Soberanos, que tanto los ama y recomienda, ahora con mayor razón, deben esperarse aumente la protección que les dispensa por la fidelidad con que se ofrecen gustosos a defender sus dominios. Este cuerpo admite la unión que le juráis, y en prueba de ello os abraza como fieles hermanos” les contesta, en representación del Cabildo, el Alcalde de Primer Voto, a esta nueva embajada que llega cuando el año 1806 está por terminar.

“Por ahora no hay un motivo para que os incomodéis. La fidelidad, amor y patriotismo de las numerosas y esforzadas tropas que en cuerpos se halla formadas, aseguran la defensa de esta hermosa capital y por lo mismo sólo os recomienda hoy el celo y vigilancia de nuestras costas, para que los ingleses, nuestros enemigos y vuestros, a quien llamáis colorados no os opriman ni priven vivir con la tranquilidad que disfrutáis y os profesan los mejores y más benignos de los Soberanos del Mundo, de quienes somos vasallos y a quienes daremos cuenta de vuestra heroica fidelidad. El Altísimo os mantenga en iguales sentimientos para que de este modo seáis siempre felices”. contestó el Cabildo.

Detrás del amable agradecimiento, estaba las sospechas que los porteños tenían hacía los indios y la demostración de 30 mil hombres llegando a la ciudad, les ponía los pelos de punta, más aún que el ejército británico que venía en camino. Una gran pregunta de “historia-ficción” es, qué curso hubiera tomado nuestra historia, si esta alianza entre indígenas y criollos se hubiera afianzado, en la primera defensa ante un enemigo común.